Búsqueda y rescate: Migrante de sueños

Personas rescatadas a bordo del Geo Barents explicando el difícil trayecto que realizaron. Septiembre 2021. © Pablo Garrigos/MSF

La Dra. Ayla Emminck recientemente pasó tres meses a bordo del Geo Barents, el barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el mar Mediterráneo.

En este blog nos comparte su experiencia desde el barco.

 

“Desde hace unos meses, he estado a bordo del Geo Barents, realizando labores de búsqueda y rescate con Médicos Sin Fronteras. Hemos estado cumpliendo con nuestros deberes bajo el derecho marítimo internacional , pero para otras mentes esto nos convierte en criminales problemáticos.

Seres humanos

Para mí es muy simple. Cuando escucho los gritos de las personas que están rodeadas por olas negras de un metro de altura, cuando veo sus rostros mientras son llevados a un lugar seguro, no hay duda sobre la justificación de este acto.

Mujeres llorando en mis brazos y hombres besando la cubierta de madera de nuestro barco. Sobrevivientes aplaudiendo y vitoreando a las personas recién rescatadas a medida que suben a bordo. Oraciones en todos los idiomas y en todas las direcciones del viento.

Todos somos humanos.

Un grupo de personas siendo rescatadas por los equipos de MSF. Octubre 2021. © Filippo Taddei/MSF

 

Una conexión emocional

Esta no es la primera vez que trabajo en búsqueda y rescate. Llevo años participando, en diferentes barcos, con diferentes ONG, pero siempre con el mismo objetivo. Al conocer mejor los peligros, y haber vivido muchas situaciones diferentes, no todas con un final igual de satisfactorio, ha hecho que mi conexión emocional con el trabajo sea más fuerte. No de una manera que afecte mi profesionalismo, sino en el sentido de que en estos días lloro de alegría cuando un rescate se desarrolla sin complicaciones y todas las personas están a salvo a bordo de nuestro barco.

Sin embargo, ese momento es solo un fragmento de nuestro trabajo. Por lo general, va precedido de un intenso periodo de búsqueda, usando binoculares y el radar, siguiendo las actualizaciones pertinentes por radio, banda aérea y correo electrónico para encontrar posibles barcos en peligro.

Devoluciones terribles

Estos días (o semanas) de búsqueda pueden ser desafiantes y frustrantes, especialmente a medida que atestiguamos cada vez más botes interceptados por los guardacostas libios.

Para ser clara: cuando los guardacostas libios interceptan barcos, al menos significa que las personas sobrevivieron y no se ahogaron en un naufragio, lo que ocurre con regularidad.

Sin embargo, ser interceptado significa que las personas son devueltas a los horrores de los que han tratado de escapar. Ser migrante indocumentado en Libia es motivo suficiente para ser detenido indefinidamente sin ni siquiera ser procesado, a menudo en circunstancias indescriptibles.

Atención a bordo

En los últimos años, nos hemos encontrado con grandes retrasos en la asignación por parte de los Estados de un “lugar seguro”: un puerto donde las personas rescatadas puedan desembarcar. Esto significa que no solo el rescate en sí, sino también la atención posterior a bordo, se ha vuelto cada vez más importante.

Trabajando como médica, puedo decir que el recibir atención en nuestra clínica a bordo, es la primera vez en meses o incluso años, que muchos de nuestros pacientes han tenido acceso a servicios médicos. No todos los problemas que padecen son igual de graves, pero uno de nuestros mayores logros es que dedicamos a cada paciente nuestro tiempo y atención, y somos capaces de ver a las personas como individuos.

Podemos limpiar sus heridas, tratar sus dolencias, pero igualmente o más importante, aprender sus nombres, escuchar sus historias y verles por lo que son. Un hombre de Camerún me explicó lo importante que es esto, ‘no solo nos has rescatado de morir ahogados, sino que también has sido amable con nosotros, has sido la primera que me dejó sonreír después de meses’.

Historias no contadas

Algunas personas no tienen mucho que contar. Tal vez no estén listas o simplemente no quieran hablar. Otras me abruman con la historia completa de su viaje, cuando todo lo que decían era que querían un analgésico. Otras personas se abren después de un tiempo más prolongado a bordo, una vez que han dormido, y que parte del estrés ha abandonado sus cuerpos, o cuando les hemos conocido un poco y han ganado confianza en nosotros.

Algunas historias no necesitan palabras para ser contadas. Muchas veces, al examinar a mis pacientes, he visto rastros de quemaduras de cigarrillos, cuerdas, fracturas mal curadas. Estas marcas dejan muy poco espacio para las preguntas. La combinación de varias cicatrices me dice claramente que los hombres, incluso niños, han sido torturados. Y no por excepción, casi por norma.

Lo que cuentan las personas sobrevivientes

Quiero que sus historias y su sufrimiento se vean y se escuchen, que no pasen desapercibidos. Sin embargo, temo que estas personas sean reducidas a ser víctimas de los horrores que sufrieron. Son mucho más y mucho más fuertes que eso. El hombre que fue mi paciente esta mañana podría estar a cargo de la peluquería esta tarde, cuando saquemos la máquina para afeitar.

Mi paciente de la tarde podría ser el que toca el tamtam después del atardecer. El chico tímido en la sala de espera podría estar dirigiendo la sesión de ejercicios de hoy, ayudando a todas las personas a estirar sus extremidades acalambradas. Un joven estuvo ayer limpiando los baños conmigo. Como tripulación, hablamos con las personas a bordo y les preguntamos si les gustaría compartir sus experiencias públicamente, para ayudar a Médicos Sin Fronteras a hablar sobre lo que está sucediendo aquí. Para quienes lo hacen, tomamos sus testimonios, registrando lo que han pasado para que puedan hacer oír su voz.

Bon gionno

Estoy llorando por dentro, pero al mismo tiempo quiero gritar. Estoy dando clases de italiano básico con los niños y niñas. Después de días de espera, nos han permitido llevar a las personas que rescatamos a un puerto italiano, pero aún nos quedan algunas millas náuticas por cruzar y tardaremos algunas horas en llegar.

Un niño de tres años con ojos hermosos es el primero en captar algunas palabras. ‘¡Bon gionno!’, grita a todos los que pasan junto a nosotros. Puede que su pronunciación no sea perfecta, pero estoy bastante segura de que con su sonrisa se saldrá con la suya. Ojalá el mundo pudiera verlo, que su existencia le importe a la gente.

Ojalá yo, o cualquiera, supiera qué hacer o decir para que la gente se dé cuenta de que algo debe cambiar, que esta tragedia debe terminar.

No grito. Continuamos la lección con ‘ciao‘, ‘grazie‘ y ‘te amo‘ (a petición de su hermana mayor). Termino mi turno y salgo, miro los últimos momentos de la puesta de sol en la cubierta superior del barco. El viento frío llega a mi cara.

Una solución sistémica

Como médica, como integrante del equipo, pero sobre todo como ser humano, este no es solo un trabajo para mí. Lo siento como una vocación, aunque todo lo que podamos hacer parezca poco, al menos para dar testimonio y hacer una declaración con nuestras acciones y nuestra presencia. Los últimos años han demostrado que el mero hecho de salvar vidas y alzar la voz no es suficiente.

No importa cuántos barcos de ONG haya, siempre habrá más vidas que salvar. Esta situación necesita una solución sistémica más amplia que se encuentra más allá de nuestro ámbito de influencia como trabajadoras y trabajadores humanitarios.

Un deseo

Trabajar en búsqueda y rescate me ha brindado las experiencias más gratificantes de mi vida, pero al mismo tiempo contribuyó a los momentos más desgarradores.

Mientras cae la oscuridad, me inclino sobre la barandilla junto a las personas que no duermen. Como la mayoría de las noches en el Mediterráneo, la luna se refleja en las olas y el cielo nocturno es increíble. Deseo que llegue el momento en que equipos como el nuestro dejen de ser necesarios en este lugar.”

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