De Mozambique a Honduras: Mi trayecto en MSF

El doctor Diego Barragán durante una consulta a una mujer en Mozambique
En Mozambique trabajé como médico durante la primera mitad de mi misión. © Diego Barragán Campuzano/MSF

Me llamo Diego Barragán Campuzano. Soy médico y responsable de actividades médicas de Médicos Sin Fronteras (MSF) desde hace más de tres años. Soy trabajador humanitario desde 2019. Mi última misión con MSF fue en Mozambique, de hecho fue mi primera misión como parte del personal internacional de la organización y mi primera vez en África.

En Mozambique trabajé como médico durante la primera mitad del proyecto. Me enfocaba en brindar apoyo técnico y supervisión al personal médico del Ministerio de Salud en las clínicas de la provincia de Nampula, donde MSF trabaja desde 2022. Nos centramos en la gestión de enfermedades tropicales desatendidas que afectaban gravemente a la población, como la filariasis linfática, la esquistosomiasis y la sarna.

En la segunda mitad de mi proyecto, comencé a cubrir algunas brechas de la posición de gestor de actividades médicas. Mis responsabilidades se ampliaron, así que me correspondía supervisar las actividades generales en los distintos centros de salud a los que proporcionamos apoyo, garantizando que el equipo tuviera el apoyo que necesitaba para realizar su misión de manera eficaz.

Pasé más de cinco meses en Mozambique, y durante ese tiempo aprendí varias lecciones invaluables.

 

Personal de Médicos SIn Fronteras visitan comunidades en nampula,Mozambique.
Los equipos de MSF en el proyecto de Nampula están sobre el terreno, recorren las carreteras para proporcionar servicios vitales. © Diego Barragán Campuzano/MSF

 

De Mozambique a futuros proyectos

Una de las principales enseñanzas de esta misión fue darme cuenta de la importancia de cada parte del proyecto, no solo del equipo médico, que realiza un trabajo crucial sobre el terreno. Aprecié especialmente la importancia de trabajar en asociación con las comunidades para proporcionar servicios médicos donde más se necesitaban. Por ejemplo, el equipo de agua y saneamiento desempeñó un papel vital al proporcionar pozos en la comunidad para el acceso a agua potable, ayudando a la población de esta zona a prevenir y controlar las enfermedades tropicales, y también están ayudando con el mantenimiento de estos pozos.

El equipo de promoción de la salud también tuvo un impacto significativo en este resultado. Su profundo compromiso con las comunidades hizo que las personas comprendieran lo que estábamos haciendo. Gracias a estas personas pudimos establecer grupos de autocuidado donde los pacientes aprendieron a manejar y reducir las complicaciones de la filariasis linfática, fomentando un entorno en el que podían seguir aprendiendo y apoyándose mutuamente.

Además, el equipo de suministros y logística hizo un gran esfuerzo. Los desafíos para conseguir las herramientas adecuadas para hacer nuestro trabajo y transitar los caminos de tierra para llegar a las clínicas fueron inmensos, pero siempre encontraron la manera. Si esta entrevista puede servir como reconocimiento, sería para todos ellos.

Creo que tuvimos una gran aceptación en el país, tanto por parte de la comunidad como de las autoridades locales. Esto se debió en gran medida a los esfuerzos continuos del equipo de promoción de la salud, que mantuvo una comunicación clara con la comunidad y transmitió con precisión sus necesidades. Estuvimos presentes en las reuniones de pueblos y ciudades, escuchando a la gente, y los equipos de MSF se reunieron regularmente con el Ministerio de Salud, demostrando responsabilidad y transparencia. Este compromiso constante condujo a una recepción positiva de nuestro trabajo.

 

El doctor Diego Barragán durante una consulta a una mujer y su hijo en Mozambique
“En Mozambique trabajé como médico durante la primera mitad de mi misión”. © Diego Barragán Campuzano/MSF

 

Historias de mi vida en Mozambique que nunca olvidaré

Vivir como parte del personal de MSF fue una experiencia única. Fue la primera vez que viví con tantas personas de diferentes partes del mundo. No voy a mentir: al principio fue abrumador, pero vivir con un grupo tan diverso me ayudó a tener una mentalidad más abierta. Me enseñó que lo que yo considero aceptable puede no ser lo mismo para otra persona, y viceversa. Me ayudó a escuchar más y puedo decir con confianza que hice amigos para toda la vida y, en algunos casos, encontré una nueva familia.

Actualmente estoy en otro proyecto en Honduras y Guatemala, y puedo decirles que una de las mejores partes de ser un trabajador humanitario internacional con MSF es la oportunidad de vivir y trabajar junto a tanta gente maravillosa.

Hay una historia de un paciente que me gustaría compartir. Es una complicada, pero creo que es importante porque pone de relieve el impacto que tienen las brechas en los sistemas sanitarios sobre las personas.

Tuve un paciente joven, de unos cuatro meses de edad, que fue llevado a la clínica de salud. Sufría de malaria severa, pero durante nuestro examen, descubrimos que también tenía deshidratación severa, desnutrición, una forma grave de sarna y diarrea infecciosa. Para empeorar las cosas, sus cuidadores principales, sus padres, no estaban disponibles debido al trabajo. Por esta razón fue llevado por un pariente que no sabía cuánto tiempo había estado enfermo el niño.

Fue un caso increíblemente difícil de gestionar debido a las múltiples necesidades del niño. El hospital más cercano capaz de proporcionar cuidados avanzados estaba a unas dos horas de distancia, accesible solo en motocicleta. Desafortunadamente, no pude hacer un seguimiento de su caso porque no pude estar en la clínica al día siguiente. Ese niño es alguien a quien recordaré durante mucho tiempo. Me recuerda las complejas realidades que enfrentamos en este trabajo.

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