Día Mundial del Refugiado: el costo de pedir asilo en Estados Unidos

Desperate journey: Fleeing invisible wars in Central America

MSF atiende a personas devueltas de Estados Unidos en Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, Tamaulipas, donde comúnmente llegan con diversos padecimientos de salud mental, en especial estrés agudo, ansiedad y depresión.

Un refugiado es una persona que huye del conflicto y la persecución. Su condición y protección están definidas por el Derecho Internacional, y no deben ser expulsadas o devueltas a situaciones en las que sus vidas y libertades corran riesgo, aunque esto, en ocasiones, no se respete.
 
Médicos Sin Fronteras (MSF) atiende a personas en esta situación en Reynosa, Tamaulipas, en donde noche tras noche reciben a los retornados de Estados Unidos, para prestarles atención integral: servicios de salud mental, salud médica primaria y asesoría por parte de trabajadores sociales.
 
Así fue como MSF conoció la historia de Marco*, un joven que huyó de Jalisco con su familia, después de que a sus hermanos los asesinaran y de recibir amenazas directas. Al ver el riesgo que corrían sus vidas, intentaron comenzar de cero en Tijuana, pero allá la inseguridad los obligó a pedir asilo en Estados Unidos.
 
Después de esperar durante cuatro meses en esta ciudad fronteriza, el joven de 25 años cruzó legalmente la frontera con sus padres y su hermano para narrar su caso ante el tribunal de justicia del país vecino. Al llegar, los separaron en distintas habitaciones, conocidas comunmente como “hieleras” debido a sus bajas temperatura. Marco estuvo encerrado en ese lugar durante tres días. Solo disponía de un colchón delgado y una cobija térmica de aluminio.
 
Llegaron a haber 24 personas en la misma hielera, un espacio muy pequeño, donde máximo caben 15 personas”, cuenta Marco. “Cuando alguien quería ver al médico se lo negaban, a menos de que fuera una situación bastante grave”.
 
A los tres días, Marco fue llevado a un centro de detención, donde estuvo dos días, para después ser traslado a un nuevo centro de detención en otro estado y, así, continuar con el siguiente paso de su proceso de solicitud de asilo. Su hermano y su papá se quedaron en ese espacio helado por tres días más.
 
 
 
Marco esperó casi dos semanas a que su proceso continuara. Se llevaron a su mamá a un centro de detención al estado de Washington y los demás continuaron su proceso en California. Al estar separados, las entrevistas para su asilo tomaron cursos diferentes.
 
A su papá y a su hermano los aceptaron como refugiados en Estados Unidos, mientras que él fue retornado hacia México a través de la frontera entre McCallen y Reynosa, un lugar que él considera inseguro y donde su vida corre un riesgo alto. Su mamá continúa peleando su caso, a la espera de poder reunirse con su esposo y su hijo.
 
El proceso para solicitar asilo, en este caso, duró cinco meses y medio, en díficles condiciones y en el que la alimentación era insuficiente . También carecían de la atención de salud necesaria, ya que para ver al médico —cuenta Marco— necesitaba hacer una solicitud que contestaban muy tarde, cuando, incluso, ya los habían retornado a México.
 
Marco, al igual que otras personas devueltas de Estados Unidos, solo buscan una mejor oportunidad de vida y dejar atrás condiciones de inseguridad. MSF atiende a personas como él en Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, donde comúnmente llegan con diversos padecimientos de salud mental, en especial estrés agudo, ansiedad y depresión. Todo por haber sido separados de sus familia, no saber qué va a pasar con sus vidas y debido a la preocupación de regresar a un país donde, aseguran, corren peligro.
 
En 2018, tan sólo en Reynosa, MSF realizó 570 consultas a personas migrantes, de las cuales 67 fueron refugiados o solicitantes de asilo, en diferentes puntos de atención en la ciudad.
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