Dolores invisibles de las víctimas en Colombia

Juan Matías Gil, Jefe de Misión de MSF en Colombia habla sobre la necesidad de la atención mental para las víctimas de la violencia durante el proceso de paz.

Juan Matías Gil, Jefe de Misión de MSF en Colombia habla sobre la necesidad de la atención mental para las víctimas de la violencia durante el proceso de paz.
 
Transcurrido más de medio siglo de conflicto armado en Colombia, el saldo social es alarmante. La violencia no cesa.  Se adapta. Millones de personas desplazadas de sus hogares y tierras, decenas de miles de desaparecidos y centenares de miles de personas aun esperándolos. Incalculable número de torturados y asesinados, incontables comunidades amenazadas y gente extorsionada, numerosas y crueles masacres, incierta cantidad de niños, jóvenes y adultos reclutados forzadamente o “invitados” a un estilo de vida criminal ante la falta de oportunidades para desarrollarse.
 
Estas aberraciones a la vida y falta de acceso a los derechos humanos más básicos han sido el resultado de diversas motivaciones. En algunos casos, ideológicas, en otros, convicciones políticas y sociales, pero indudablemente, en gran parte, responden a intereses económicos. Los actores responsables han sido múltiples y variados: grupos guerrilleros, paramilitares, fuerzas de seguridad del Estado (e incluso invitados extranjeros), grupos criminales post desmovilización.
 
La violencia ha ido mutando a lo largo de las décadas y está lejos de desaparecer, desde enfrentamientos directos entre estos grupos, bombardeos, bombas, atentados y masacres hasta  la intensificación de  amenazas y extorsiones, hostigamientos, restricciones de la movilidad y asesinatos selectivos a líderes sociales y líderes  comunitarios.
 
Hay algo que no ha cambiado en las dinámicas del contexto, ya sea dentro del conflicto armado o en  estas Otras Situaciones de Violencia: la producción constante de víctimas. ¿Cómo ha afectado la violencia a la sociedad civil en su conjunto, a aquella que no eligió formar parte de estas situaciones pero que no tuvo opción y lo internalizó en su vida cotidiana? ¿No se han roto los tejidos sociales tradicionales? ¿No se han separado familias enteras para nunca jamás reencontrarse? ¿Cómo esta violencia generalizada ha afectado a cada individuo, que debe lidiar con ella en sus actividades diarias y sus relaciones sociales? 
 
 
Existen diversos tipos de víctimas frente a estas situaciones de violencias crónicas y cambiantes. Tanto en las mismas zonas de conflicto como en las grandes concentraciones urbanas. Familias han dejado atrás sus tierras, sus vidas, sus historias para enfrentar la indiferencia y el desprecio en las grandes ciudades. Desapariciones, torturas, asesinatos, violencias sexuales han dejado marcas imborrables en tantos hogares, para posteriormente encontrar falta de comprensión,  de empatía y de solidaridad hacia ellas, llegando, posiblemente, a ser re victimizadas.
 
Hay muchas heridas físicas, externas y visibles, que un simple tratamiento médico o una sencilla sutura sana pero habría que preguntarse qué sucede con aquellas que no se ven, incluso por aquellos mismos quienes las sufren. Habría que reflexionar sobre cómo las víctimas, directas o indirectas, afrontan estas invisibles pero profundas y dolorosas heridas. Habría que tomarse un momento y pensar tan solo en algunas situaciones. 
 
Una madre esperando en la puerta de su casa a su hijo desaparecido. Insomnio de un padre cuya hija ha sido abusada sexualmente. Relaciones sociales de tantas chicas luego de esos abusos traumáticos. Trayecto de un niño a la escuela luego de que su hermano haya perdido un miembro debido a un artefacto explosivo. Sueños de una joven luego de presenciar una masacre en su pueblo. Inserción en la sociedad de un adolescente cuyo único juguete ha sido un fusil. Ataque de un muchacho contra su viejo amigo de un grupo armado opuesto. Sonrisa ausente de un anciano desplazado ante la indiferencia de la ciudad. Contemplación del caudal de un río por parte de un campesino que desatiende su platanal por amenazas de grupos armados. 
 
Ante tantas escenas reales en la cruda actualidad colombiana se encuentra una gran certeza:  la atención en Salud Mental es una necesidad tan evidente como innegable. No es cierto que el tiempo cure todas las heridas. Es imperativa la inclusión y priorización de la Salud Mental en el modelo de Atención Primaria de la Salud y la asignación de recursos humanos y técnicos para responder a los pacientes con afectaciones psiquiátricas dentro de las estructuras de salud.
 
A lo largo del 2016, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha atendido en el país a más de 6 mil pacientes en más de 11 mil consultas individuales en salud mental y beneficiado a cerca de 40 mil personas en actividades psicosociales. En el 85 % de los casos, los factores causantes de las consultas han sido la violencia y la separación o pérdidas, incluyendo estos a: testigos directos de violencia, desplazamiento forzado, amenazas y familiar asesinado o desaparecido. Entre los primeros diagnósticos se encuentran: la depresión, el trastorno adaptivo y el estrés postraumático.
 
 
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