La noche que conocí a Thomas: Asistencia de salud mental en Sudán del Sur

Malakal Mental Health

Raimund Alber es un psicólogo austriaco que actualmente trabaja con Médecins Sans Frontières/Médicos Sin Fronteras (MSF) en la zona de “Protección de Civiles” –un campo para aquellos que fueron desplazados por el conflicto en curso – situado en Malakal, Sudán del Sur. El 22 de mayo, escribió este texto en el que comparte la conmovedora historia sobre la noche que conoció a un joven que acababa de atentar contra su propia vida.

 

Raimund Alber es un psicólogo austriaco que actualmente trabaja con Médecins Sans Frontières/Médicos Sin Fronteras (MSF) en la zona de “Protección de Civiles” –un campo para aquellos que fueron desplazados por el conflicto en curso – situado en Malakal, Sudán del Sur. El 22 de mayo, escribió este texto en el que comparte la conmovedora historia sobre la noche que conoció a un joven que acababa de atentar contra su propia vida.

 

 
(Los nombres de los involucrados han sido cambiados)
 
 

Mientras hablo con Simon, el oficial clínico responsable de la sala de hospitalización para adultos, puedo ver a Thomas metiendo cuidadosamente el mosquitero abajo de su colchón y acostándose de lado. Está muy cansado y se queda dormido inmediatamente.

La estéril y azulada luz de las pocas lámparas y el suave ruido de los ventiladores de techo en nuestra carpa de hospital con capacidad para 20 camas no parecen molestarlo. Tiene 19 años y casi no ha envejecido.

Ahora son las 00:35. 2 de marzo del 2018. Es mi cumpleaños.

 

La vida en Malakal

Estuve trabajando aquí, en Malakal Sudán del Sur desde principios de febrero. A mediados de la temporada de sequías.

Una vez más, me asignaron como Director de las Actividades de Salud Mental. Mi equipo consiste de tres psicólogos asesores y un traductor; estamos muy ocupados. Dentro de poco tendremos el apoyo de un psiquiatra. El paquete completo de atención especializada para trastornos mentales y angustia – padecimientos que muchas personas sufren aquí.

"Nadie le ha llamado ‘hogar’ a este lugar desde hace mucho tiempo."

 

La República de Sudán del Sur es el país más joven del mundo y ya ha sido afectado por una guerra civil interminable. Después de obtener independencia de Sudán en el 2011, los principales gobernantes de aquel entonces no pudieron llegar a un acuerdo y desde el 2013 han estado peleando por la supremacía. Las víctimas son –cómo es usualmente- las personas. La población civil.

Decenas de miles de muertos. Más de 1.9 millones de internos desplazados y 2.4 millones de personas buscan protección en países vecinos. El miedo constante a la violencia, la falta de atención médica, la economía o los sistemas educativos. Un mosaico de ayuda humanitaria.

La zona de “Protección de Civiles” de la UNMISS (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Sudán del Sur), se localiza a las afueras de Malakal. Cerca de 24,000 personas viven allí. MSF opera dos hospitales en medio del campamento y otro en la ciudad adyacente… o en lo que queda de ella. Aunque muchos residentes fueron desplazados de la cuidad, entre 15,000 y 20,000 personas se han establecido allí nuevamente.

Pero nadie le ha llamado ‘hogar’ a este lugar desde hace mucho tiempo.

 

La historia de Thomas

Thomas es uno de los muchos jóvenes que están aquí en el campo. Sin ingresos, sin futuro, sin esperanza… y anoche todo fue demasiado como para soportarlo; pero no descubrí lo que había pasado hasta más tarde esa misma noche.

Thomas tomó una cuerda e intenta colgarse en su choza. Milagrosamente un vecino pasó por ahí y alertó a otros para que se apresuraron a salvarlo.

¿Qué tan preciada es una vida realmente? En un país donde la muerte se ha convertido en algo normal.

Él es el duodécimo joven que desde principios de año ha tratado de quitarse la vida. Una cuerda, una bufanda, un pedazo de chatarra o un mosquitero, veneno para rata o lejía. No hay muchas opciones disponibles para las personas aquí.

¿Pero hay opciones para encontrar ayuda? Sí, nuestro hospital está abierto las 24 horas del día.

 

La policía de la ONU nos trajo a Thomas, debido a que el suicidio es visto como una ofensa criminal por las personas de aquí (y también por la ley). Hace un par de meses, las personas que habían tratado de suicidarse eran encarceladas, pero la comunidad aquí sabe que éstas personas necesitan ayuda.

 

“Todo está callado…”

Cuando nuestro operador de radio toca gentilmente la puerta de mi contenedor en el Centro Humanitario, estoy dormido. Son las 11:30 pm. Los días son agotadores y debido al calor, no me queda energía. Me despierto, pregunto qué está pasando y el susurra: “¡Hotel Mike está llamando!”. Esto es lenguaje de radio: M (ike) = MSF, H (otel) = Hospital.

Diez minutos después, estoy en el Centro Esperanza, un contenedor en el hospital en dónde tratamos a nuestros pacientes con enfermedades mentales y estrés confidencial y discretamente. Me siento frente a Thomas. A mi lado, mi traductor toma asiento. Todo está callado.

¿Qué mantiene a una persona viva en éstas difíciles condiciones? Thomas y yo tratamos de descubrirlo juntos

Los primeros momentos con un nuevo paciente siempre son emocionantes para mí. Esta el desafío de encontrar la mejor forma de construir una fuerte conexión. Ganar acceso. Generar confianza. La “alianza terapéutica” es el fundamento para cualquier tratamiento psicológico.

Decido mantenerme en silencio. Intuición.

Así, Thomas y yo estamos sentados ahí, ambos inclinando nuestras cabezas. Segundos que se sienten como horas. Noto como mi traductor se pone nervioso. No es fácil para él quedarse quieto. Pero entonces Thomas mira hacia arriba. Tímido. Le sonrío y me prersento: “Hola, mi nombre es Raimund. Trabajo como psicólogo aquí en el hospital. ¿Puedes decirme tu nombre?"

Después de una pausa aparentemente interminable, dice “Thomas” en voz baja.

Respondo: “Hola Thomas. Gusto en conocerte.”

¿Qué mantiene a una persona con vida?

¿Por qué alguien quiere acabar con su vida? Algo que se supone es una de las cosas más preciadas que tenemos.

Pero, ¿qué tan preciada es una vida realmente? En un país donde la muerte se ha convertido en algo normal. En un lugar donde los recuerdos dolorosos del pasado arrojan sombras oscuras al presente y donde pensar en el futuro sólo resulta en desesperanza.

 

Un pequeño accidente puede ser suficiente. Un disparo. Un empujón sobre el borde. Algo mundano.

¿Qué mantiene a una persona con vida bajo las difíciles condiciones de aquí? Thomas y yo tratamos de descubrirlo juntos. Pero eso es suficiente por hoy. Él está muy cansado y sus ojos están húmedos. Sólo quiere dormir.

Para finales de marzo, habré conocido a nueve sobrevivientes más de intento de suicidio.

Después de una breve examinación realizada por Simon, lo admitimos en el hospital y le enseñamos su cama. Cerca de la estación de enfermeras. El turno nocturno quiere vigilarlo.

Lo desconocido

Cuando nuestra Land Cruiser pasa el segundo puesto de control después de un corto y polvoriento viaje de regreso desde el hospital y se agita bruscamente mientras se detiene en frente del condominio de MSF, hago mi reporte final vía radio: “Bravo (base), Bravo para Raimund. Reporto la llegada a su localización. Cambio y fuera.”

Mientras intento escabullirme del piso crujiente de tablones de madera camino a mi contenedor, pienso en Thomas y en los otros pacientes de las últimas semanas. Desesperanza acompañada con soledad, el sentimiento de no ser necesario, estar solo. ¿Cuántos de ellos siguen sintiéndose de ese modo? Demasiados.

Para finales de marzo, habré conocido a nueve sobrevivientes más de intento de suicidio.

Sin embargo, para una persona no habrá ayuda. Nadie lo encontrará a tiempo. Nadie le cortará de la cuerda y lo traerá a nuestra clínica. Sólo cuando ya es demasiado tarde. Pero todo esto no lo sabía en la noche que conocí a Thomas.

Tiene 19 años y casi no ha envejecido.

Ahora son las 00:50. 2 de marzo de 2018. Es mi cumpleaños.

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