Malawi: Las trabajadoras sexuales en la primera línea de la respuesta contra el VIH

SW project Malawi MWANZA

Uno de nuestros proyectos que se realiza en cuatro distritos del sur de Malawi está ayudando a miles de mujeres que se ganan la vida con el trabajo sexual a superar las barreras de acceso a los servicios de salud, mediante la capacitación y el empleo de trabajadores sexuales como trabajadores de la salud dentro de sus comunidades.

Uno de nuestros proyectos que se realiza en cuatro distritos del sur de Malawi está ayudando a miles de mujeres que se ganan la vida con el trabajo sexual a superar las barreras de acceso a los servicios de salud, mediante la capacitación y el empleo de trabajadoras sexuales como trabajadoras de la salud dentro de sus comunidades.
 
Nota: Todos los nombres han sido cambiados, a menos que se indique lo contrario.
 
 
 
Bernadette perdió a sus dos padres cuando tenía siete años y fue recibida por sus abuelos, quienes la enviaban a la escuela sin haber comido antes.
 
Comencé a tener relaciones sexuales a cambio de cosas porque mis abuelos no podían proveerme lo que necesitaba. Así es como quedé embarazada y abandoné la escuela", relata Bernadette, quien se mudó de su pueblo para ir a Dedza a finales de 2018. "Cuando me convertí en trabajadora sexual no sabía nada sobre condones ni otros métodos de planificación familiar. Había oído hablar del VIH, pero nunca pensé que yo fuera a contraerlo", explica.
 
"Fue la primera vez que me dieron información sobre temas como las pruebas de VIH y la salud sexual", nos contó Bernadette después de que Emily, una trabajadora de salud comunitaria de MSF, diera una sesión educativa en el bar donde trabaja y vive. "Lo vi como una oportunidad increíble que podría ayudarme a estar saludable, sin importar las circunstancias". Emily escuchó atentamente todo lo que tenía que decir; pues ella también era trabajadora sexual y sabía de dónde venía Bernadette y a qué se enfrentaba todos los días.
 
 
 
En Malawi, donde la pobreza y el desempleo siguen siendo altos, muchas mujeres como Bernadette recurren al trabajo sexual, en donde ofrecen servicios sexuales a cambio de algún tipo de pago, para sustentarse a sí mismas y a sus familias.
 
Malawi tiene una de las tasas más altas de VIH en el mundo, y aunque el país ha logrado grandes avances en la lucha contra la epidemia, las trabajadoras sexuales siguen estando extremadamente expuestas. Al contar con un menor acceso a la información sobre la salud y a la atención médica que otras personas en la comunidad, las trabajadoras sexuales tienen cinco veces más probabilidades de contraer el VIH y se enfrentan a un riesgo mucho más elevado de tener embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS).
 
 
 
Las trabajadoras sexuales han reportado la existencia de actitudes estigmatizantes y, a menudo, de violencia en sus vidas cotidianas, ya sea por parte de la policía, de los clientes, de los dueños de bares e incluso de sus parejas. Aunque muchos consideran que estos riesgos son parte de su trabajo, empoderar a las trabajadoras sexuales brindándoles conocimiento y métodos de prevención es clave para proteger su salud.
 
Antes, la mayoría de las trabajadoras sexuales evitaban visitar los centros de salud por temor a la discriminación y el estigma, especialmente si se les diagnosticaba como VIH positivos. Si las mujeres necesitaban profilaxis posterior a la exposición [un tratamiento que previene el VIH si se toma dentro de las 72 horas posteriores a la exposición], simplemente no iban al hospital porque sabían que no recibirían ayuda", explica Alice Matambo (nombre real), una trabajadora de salud comunitaria de MSF en Dedza. "Las personas que ejercen el trabajo sexual necesitan atención médica en su vida diaria. La necesitan si se rompe un condón, si padecen una ITS, o si necesitan someterse a una prueba de detección del cáncer cervical".
 
 
 
Al reconocer estas brechas, MSF ha estado trabajando con el Ministerio de Salud para brindar servicios que satisfagan las necesidades específicas de las trabajadoras sexuales. Para conectarse con las trabajadoras en las ciudades de Dedza, Mwanza, Zalewa y Nsanje, MSF ha capacitado a Emily y Alice como trabajadoras de salud comunitarias, pues ellas mismas han experimentado los desafíos y peligros asociados con la labor sexual. Su experiencia compartida les permite vincularse discretamente con otras trabajadoras sexuales, entender su situación médica y explicarles los servicios médicos que necesitan. El personal médico en el proyecto también recibió capacitación de sensibilidad para brindar servicios amigables para trabajadoras sexuales.
 
"Nos acercamos a las trabajadoras sexuales con delicadeza y respeto, esto les ayuda a aceptar nuestro enfoque y buscar ayuda médica", dice Emily.
 
 
 
Los trabajadores de salud comunitarios también guían a las trabajadoras sexuales hacia clínicas de "ventanilla única" gestionadas por MSF en las instalaciones del Ministerio de Salud o en habitaciones alquiladas en comunidades cercanas a donde viven y trabajan las trabajadoras sexuales.
 
Las clínicas de "ventanilla única" permiten que las trabajadoras sexuales accedan a ellas de manera fácil, discreta y en horarios convenientes. En una sola visita, los médicos brindan servicios como pruebas, tratamiento y asesoramiento para casos de VIH; pruebas de detección de TB y referencias para cuidados adicionales; servicios de atención médica sexual y reproductiva, que incluyen la detección y el tratamiento de las ITS; el acceso a métodos anticonceptivos, pruebas de detección del cáncer cervicouterino y tratamiento para casos de violencia sexual, que puede realizarse en el momento o por referencia.
 
Con estos servicios, me siento más empoderada que antes y puedo negociar la protección con los clientes. Sé cómo poner correctamente un condón, y ahora tenemos lubricante para prevenir accidentes”, dice Bernadette.
 
 
 
Muchos de los trabajadores de salud comunitarios empleados por MSF han dicho que recurrieron al trabajo sexual después de tener hijos a una edad temprana o al abandono por parte de sus familias, o la pérdida del apoyo de sus esposos para cuidar a sus hijos. A menudo son rechazadas por sus familias y comunidades, y se enfrentan a abusos y hostilidad por lo que hacen.
 
En el proyecto se ha visto una reducción en los niveles de estigma contra las trabajadoras sexuales en sus áreas, así como un impacto positivo en su acceso a las pruebas de VIH y la atención médica relacionada con la salud sexual.
 
"Algunas personas solían mirarnos como si fuéramos animales, pero las cosas han cambiado", dice Margret. “Hoy en día, la percepción que las personas tienen hacia los trabajadores sexuales ha mejorado. Hoy, la gente entiende que el VIH afecta a todos. Y si tenemos que tratar el VIH de una vez por todas, el primer paso es aceptar y reconocer que, a pesar de ser diferentes, todos somos seres humanos ".
 
 
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