No bajar los brazos: 3 historias de mujeres resilientes alrededor del mundo

Estas son las historias de tres voluntarias de Médicos Sin Fronteras (MSF) que a diario enfrentan agresiones de todo tipo y aun así no bajan los brazos por crear un mejor entorno.

Estas son las historias de tres voluntarias de Médicos Sin Fronteras (MSF) que a diario enfrentan agresiones de todo tipo y aun así no bajan los brazos por crear un mejor entorno.
 
Hay algo en el ser humano que lo hace sobrepasar las adversidades. De la situación más compleja aprovecha las oportunidades para escapar estoico. Esta capacidad tiene por nombre resiliencia y ha contribuido en la supervivencia de la humanidad en el pasar de los siglos.
 
Ejemplos de resiliencia hay varios y las mujeres son protagonistas históricas de ellos: mayor cantidad de horas de trabajo que las de los hombres para conseguir llegar al espacio exterior; manifestaciones para conseguir el derecho al voto; y, más actual, luchar para que por ley sean libres de decidir qué hacer con sus cuerpos.
 
El lente de resiliencia de los casos anteriores tiene un enfoque similar en las causas de menor escala. Las mujeres que a diario enfrentan agresiones de todo tipo y aun así no bajan los brazos por crear un mejor entorno; las que deben caminar kilómetros para realizar sus actividades cotidianas; las que salen a las calles a pesar del miedo.
 
Los siguientes historias, contadas por voluntarias de Médicos Sin Fronteras (MSF), son apenas tres casos de mujeres donde la resiliencia no encontró barreras.
 

1. Aviones que pasan

María Hernández Matas, coordinadora del proyecto de Abs, en Yemen.
 
"Yo no soy médico; estoy detrás de bambalinas en general. Pero recuerdo a una mamá en el hospital de Abs, en Yemen. Es un hospital con distintos servicios; tenemos un centro de malnutrición severa.
 
"Esta mamá había andado más de 5 días a pie con su bebé medio moribundo y atravesando una de las zonas más peligrosas: el hospital está a unos 30 kilómetros del frente de guerra. Ahí se presentó, con su niño en brazos y entró en el programa de malnutrición severa.
 
"Malnutrición severa es una de las áreas del hospital que me gusta visitar, aunque no sea médico, para jugar con los niños, porque, si lo puedo decir en términos no médicos, es una enfermedad bastante agradecida: al final, depende la gravedad, es darle alimento al niño, ya sea vía intravenosa o normal, y el niño en unos 15 días, si todo va bien, se puede recuperar", relató.
 
"Me acuerdo de esta mamá y de este niño porque les vi llegar al hospital, e intentaba cada día, aunque fuera un ratito, irlo a ver. Y es impresionante la evolución que vas viendo en el pequeño. Debía tener como 7 años; era difícil calcular su edad por la misma malnutrición.
 
"Ambos ya llevaban como semana y media en el centro, y el niño ya empezaba a medio sonreír, a medio jugar.
 
"Como el hospital estaba a 30 kilómetros del frente de guerra, a veces había aviones que pasaban. Este hospital fue bombardeado el 15 de agosto de 2016; yo estuve ahí en 2017, entonces hacia un año más o menos del bombardeo. Y, cuando pasaban aviones, sobre todo las mamás del centro de malnutrición, por miedo, lo que hacían era agarrarse a sus bebés e irse. Esta mamá de la que te cuento, en uno de esos días que pasó un avión, se fue; el niño estaba medio recuperado, pero no por completo.
 
"Me acuerdo de esa historia porque me tocó mucho la fuerza de esa madre de cómo había llegado y me dio mucha rabia que no se sintiera segura en el hospital. Porque, en mi primera misión con MSF, en la República Centroafricana, cuando en la comunidad había conflictos, la gente se venía a refugiar al hospital; y acá en Yemen las personas huían del hospital. Es algo que todavía no he procesado. Me parece que hemos perdido el respeto por el trabajo humanitario que hasta hace unos años más o menos había".
 
 

2. Jefa de familia

Karla Saldívar, ginecóloga encargada de atención a la mujer en MSF.
 
"Yo me acuerdo mucho de una señora que era la jefa de una familia en la comunidad yazidí, que está en la falda de la montañas de Sinyar, en Irak.
 
"Hicimos muy buen vínculo porque ella decía que me parecía mucho a su hermana. Cada vez que tenía lo que fuera, dolor de cabeza hasta un dolor de pie, siempre iba a verme.
 
"Me contó mucho qué fue lo que ella vivió el día que el Estado Islámico llegó a la comunidad. El día que ISIS llegó, la vecina le avisó que todos se estaban moviendo porque iba a ver una invasión. Ella alcanzó a salir, pero no alcanzaron a salir algunos de sus hijos y su esposo se quedó atrapado.
 
"Los que escapan tienen un recorrido de semanas para llegar a la cima de la montaña; mueren nietos y mueren dos de sus hijos de los más chiquitos, y luego se queda en las montañas unos meses para luego regresar a la comunidad.
 
"Cuando llega a su casa, se encuentra algo totalmente desolado. Y además se encuentra en esta parte de ser la jefa de familia: tiene que cuidar de sus neuras, tiene que cuidar de sus hijos y de los hijos de sus hijos.
 
"Esta mujer llegaba y decía que le dolía el pie, pero lo que pasaba era que la nuera se había enojado con ella y empezaba a contarnos sus historias como parte de un desahogo.
 
"Yo me acuerdo mucho de ella y cuando volví a México nos abrazamos y me dijo 'Por favor, regresa porque yo te quiero a ti'.
 
"Con ella sigo teniendo contacto curiosamente porque ha sido una mujer que a mí me ha asombrado mucho. Tenía mi edad, 35 años, 8 hijos y toda una familia a cargo, y una fortaleza impresionante".
 

3 Una constante

Tania Marín Macías, coordinadora médica regional para México y Centroamérica.
 
"Hace unos meses, en uno de nuestros proyectos, tuvimos un caso de una mujer joven en Honduras. Ella llegó al servicio de Salud Sexual y Reproductiva por una cuestión de violencia sexual.
 
"A ella, para resumir su historia, la habían inducido mientras caminaba del trabajo a su casa en la noche. Alguien la subió a un carro, la obligó a tomar algo y perdió la consciencia.
 
"Después de eso, ella recuerda vagamente que fue abusada y tal vez violada.
 
"Cuando se despertó estaba en un lugar en medio de la nada. Regresó a su casa y decidió poner una denuncia. En el lugar donde decidió poner una denuncia, ella reconoció a su agresor y posteriormente acudió a Médicos Sin Fronteras.
 
"Obviamente con la denuncia no pasó nada. En MSF se le otorgó la atención íntegra. Pero fue un caso que nos marcó mucho porque la paciente tenía síndrome de estrés postraumático y tenía muchas dificultades para dormir, para concentrarse, para continuar con su vida normal, recurrentemente recordaba el evento, y al final decidió continuar con su tratamiento y tenía muchas ganas de migrar, de salir de ese contexto.
 
"Nos identificamos mucho porque el caso fue muy fuerte y aun así la paciente decidió continuar el tratamiento, decidió seguir con nosotros, continuó su vida, logró establecer sus redes de apoyo social, continuó con su trabajo.
 
"Ahora ella sigue en su lugar de origen, pero siempre es la constante de estar expuesta a la violencia, vive en la misma comunidad, no hay muchas opciones. Esta historia que te cuento es muy parecida a muchas que recibimos en las que las mujeres tienen que continuar a pesar de estar sumergidas en la realidad de violencia y de que pueden pasar por un evento nuevamente".
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