Siria: Salvando vidas entre los escombros de Raqqa

“El nivel de destrucción me recordó al de un terremoto. Pero no se trataba de un desastre natural.”

Recientemente, el doctor Javid Abdelmoneimn regresó a Londres después de estar en Raqqa, una ciudad siria donde los civiles se vieron envueltos en una gran ofensiva militar de las  Fuerzas Democráticas Sirias y las fuerzas de la Coalición, apoyadas por Estados Unidos,  para derrocar  al Estado Islámico el año pasado. Pasó un mes trabajando en una clínica establecida por Médicos Sin Fronteras (MSF) en una de las pocas casas que quedan en pie en la ciudad. Aunque los enfrentamientos se habían detenido, Abdelmoneim descubrió que la guerra seguía cobrando un costo terrible.
 
“Llegas a Siria  y, por supuesto, no es un viaje común a una ciudad. Hay búnkeres, vehículos destruidos, puentes que explotan y señales de “Peligro: minas terrestres” en todas partes.
 
Una vez que estás en Siria, también  hay puestos de control a lo largo de toda la ruta. Te da la sensación de estar lejos de cualquier lugar… en una zona donde recientemente ha habido mucha destrucción. Incluso llega a ser espeluznante.
 
Ese nivel de destrucción me recordó a Haití después del terremoto, donde muchos edificios yacen en ruinas en toda la ciudad. Sin embargo, la destrucción de Raqqa es más siniestra porque es mucho más completa en comparación con lo que vi en Puerto Príncipe. Fue mucho más cabal, no fue causada por un desastre natural.
 
 
 
 
En su mayoría, Raqqa ha sido destruida. Vastas extensiones de la ciudad han sido totalmente arrasadas. Los residentes que intentan reconstruir su ciudad se lastiman y mueren constantemente debido a artefactos explosivos.
 
Soy especialista en accidentes y urgencias en Londres, por lo que estoy acostumbrado a tratar casos de traumatismos graves: accidentes automovilísticos, apuñalamientos, heridas de bala ocasionales.
 
Pero en sólo un mes en Raqqa, traté a personas con lesiones más severas que las que he visto en los últimos tres años en Londres.
 
MSF abrió una sala de urgencias en Raqqa tres semanas después de que finalizó  la ofensiva. Es sólo una casa ordinaria con algunas habitaciones, pero está repleta de pacientes. Durante los primeros quince días, aproximadamente 55 víctimas de explosiones llegaban a la pequeña sala de emergencias cada semana, es decir, casi ocho pacientes por día.
 
Las víctimas por explosiones llegaban con heridas de metralla o eran personas cuyos brazos o miembros inferiores habían volado durante la explosión.
 
Nuestro trabajo consistía en estabilizar a los pacientes: detener la hemorragia, lavar sus heridas, entablillar sus huesos rotos, administrarles analgésicos fuertes como la morfina y la ketamina y comenzar su tratamiento con antibióticos para tratar de controlar las infecciones. Todo esto con el objetivo de derivarlos en condición estable a nuestro hospital en Tal Abyad, ubicado a dos horas en auto hacia el norte, donde ofrecemos servicios completos de cirugía de trauma.
 
Normalmente había seis de nosotros en la habitación, dos médicos y cuatro enfermeras, que trabajaban con pacientes en tres camas. Éramos una mezcla de médicos y enfermeras sirios y personal internacional, todos trabajando en conjunto como equipo.
 

"En todos mis años con MSF, no he visto nada más impresionante que el trabajo realizado en esa clínica en Raqqa."

 
La razón principal por la que hubo tantas lesiones fue porque la ciudad estaba plagada de artefactos explosivos improvisados, muchos de ellos bastante sofisticados, con sensores de calor y movimiento y cables de disparo, que operaban con un retraso temporal. Habían sido colocados  en casas, en armarios, debajo de las camas, en cualquier lugar en el que puedas pensar. También hubo una gran cantidad de artefactos explosivos sin detonar y residuos de la guerra.
 
 
 
 
Escuchamos historias de hombres que regresaban a sus hogares en Raqqa para prepararlos para sus familias. Entraban en la casa, activaban un dispositivo sin explotar sin darse cuenta y luego, tres días más tarde, cuando toda su familia había llegado, el dispositivo detonaba.
 
Los antiguos residentes de la ciudad están comenzando a regresar en oleadas: se estima que 90,000 personas han vuelto hasta ahora. Con sólo una organización realizando el arriesgado trabajo de desminado, está claro que habrá muchas víctimas más.
 
 
 

90 segundos para salvar una vida 

 
Recuerdo que trajeron a un hombre al que le volaron una pierna hasta el muslo, mientras que la otra estaba unida únicamente por la piel y los músculos. Tenía múltiples heridas abiertas y fracturas y había perdido casi toda su sangre. Había tan poca sangre que ni siquiera podíamos sentir su pulso. Estaba  tomando su último aliento.
 
En situaciones de trauma como ésta, sólo tienes 90 segundos para actuar. Debes trabajar en equipo como un todo y hacer todo lo que puedas al mismo tiempo. Le colocamos dos intravenosas, tomamos la sangre del refrigerador, le dimos seis unidades de sangre y tres litros de fluidos. Aplicamos torniquetes para detener el sangrado y proporcionamos analgésicos al paciente.
 
 
 
 
Había nueve de nosotros trabajando con  él en ese momento. Y fue increíble, porque cuando te encargas de manejar la respiración del paciente porque han dejado de respirar por sí mismos, están básicamente muertos. Pero logramos salvarlo. Logramos que su presión arterial volviera a un punto que le permitía estar agitado y luchando contra nosotros, lo cual es una gran señal. No fue bueno para nosotros pues intentamos retenerlo, pero fue grandioso para él.
 
Lo estabilizamos para que pudiera ser trasladado para su cirugía. Aparentemente, necesitaba otras 29 unidades de sangre para sobrevivir. 
 
 

Accidentes de autos, extremidades rotas y quemaduras

 
Mientras estuve ahí, alrededor del 40% de nuestros pacientes eran víctimas de explosiones y el 60% restante son lo que llamamos “pacientes ordinarios”  en la sala de urgencias. Aunque les damos ese nombre, están lejos de ser casos ordinarios.
 
He visto a un paciente con diabetes, pero debido a que no ha llevado un tratamiento regular con insulina debido a la guerra,  ha tenido severas complicaciones: úlceras profundas en las piernas, niveles altos de azúcar en la sangre con altos niveles de ácido, todos estos síntomas requieren tratamiento de emergencia.
 
Hemos atendido mujeres embarazadas que no recibieron cuidados prenatales para controlar su hipertensión, que les causaba convulsiones. La única solución para ellas era que dieran a luz lo antes posible. 
 
Como la mayor parte de la ciudad está bajo los escombros, y muchos caminos están bloqueados, vimos muchos accidentes automovilísticos y niños cayéndose de las motos. También vimos a muchas personas caerse de los techos y romperse las extremidades de manera horrible, y a muchos pacientes con quemaduras causadas por estufas que funcionan con diesel, el único combustible disponible para la calefacción.
Hicimos todo lo posible para sanar a las personas y enviarlas a casa o a un hospital en Tal Abyad. Fue un importante trabajo para salvar vidas. 
 

"A pesar de todos mis años en MSF, nunca vi algo tan impresionante como el trabajo en la clínica de Raqqa. Es el trabajo correcto, en el lugar y tiempo adecuado."

 
Las personas en Raqqa – y en general, en Siria – han pasado por mucho y el horror todavía no acaba. Una ciudad de esta magnitud requiere salas de maternidad, quirófano, tratamiento para enfermedades crónicas y servicios de salud mental, así como muchas otras cosas. Somos una de las pocas organizaciones médicas que trabajan en esta área, y estoy orgulloso de que estemos aquí desempeñando un papel clave para ayudar.     
 
 

 

Compartir