Soy urgencióloga mexicana: así fue mi trabajo en el tren medicalizado de MSF en Ucrania

Tren medicalizado de MSF en Ucrania Guadalupe GARCIA
La Dra. Guadalupe García Noria monitoreando a un paciente a bordo del tren medicalizado de MSF. © Andrii Ovod

Nuestra compañera Guadalupe García es una médica especialista en urgencias originaria de México. Desde el 2017 realiza misiones humanitarias con Médicos Sin Fronteras (MSF), y su último proyecto fue en el tren medicalizado de nuestra organización en Ucrania. En este texto nos cuenta su experiencia brindando atención médica a víctimas de la guerra.  

 

Llegar a la frontera entre Ucrania y Polonia  

A pesar de no ser mi primera misión con Médicos Sin Fronteras en un conflicto armado, (he trabajado en proyectos en Sudán, Yemen e Irak, por decir algunos), al llegar a Ucrania tuve miedo. Normalmente, pasamos cualquier frontera por avión o en algún coche de MSF. El problema es que en esta ocasión fue imposible, por lo que cruzamos a pie desde Polonia. La tensión era palpable en toda la gente, por lo mismo que entraban y salían de las fronteras tanto de Polonia como las de Ucrania. Cuando llegamos a la ciudad de Leópolis, donde inicia el recorrido del tren, sentí más calma pues no era una situación de guerra totalmente, la gente podía continuar con su vida, pero eso sí: todas las personas estaban precavidas al sonido de la alarma.   

Durante el primer viaje fue que tuve una mejor idea de lo que se estaba haciendo en el proyecto. Estaba muy emocionada, como algo nuevo, un reto del que tenía muchísimo que aprender, fijándome de cualquier situación y todas las cosas que iban ocurriendo.  

Viajábamos del este al oeste, cada vez más cerca de la frontera con Rusia. Pronto, comenzamos a tratar a personas en necesidad de atención médica. Al inicio tuvimos cinco pacientes en terapia intensiva, y dos de ellos necesitaron apoyo con oxígeno pues se encontraban con manejo de la vía aérea. Después tuvimos pacientes en un área de observación, pues contábamos con dos áreas adaptadas para esto, con nueve camillas cada una.  

 

Películas en el tren cruzando un país en guerra 

Otros vagones eran polivalentes. Es decir, que les pudimos dar diferentes usos, como una sala para adaptarse según las necesidades. Podíamos dar entrenamientos en ese vagón, ocuparlo para poner catres y camillas -en caso de tener aún más pacientes de los que estábamos preparadas para recibir-, y adaptarlo cuando hubo niñas y niños en el tren. Una actividad muy bonita fue cuando tuvimos la posibilidad de proyectar películas para que tuvieran algo de tranquilidad y alegría durante el viaje.  

El tren medicalizado realmente hay que entenderlo como un proyecto muy especial e interesante. Además, también es algo en lo que no había tenido tanta experiencia, porque el tren es como una ambulancia de terapia intensiva y de cuidados intermedios, solo que es más amplio por contar con ocho vagones y al menos cuatro de ellos con pacientes. Y, por otro lado, también cuenta con tratamientos de segundo y tercer nivel.  

Esa es la diferencia y la magia en este proyecto, que antes sólo estábamos fijos en un lugar y de ahí, los pacientes venían hacia MSF. En este proyecto íbamos en busca de esos pacientes para poder trasladarles a un lugar más seguro o a un sitio donde tuvieran una atención de segundo o tercer nivel. 

El equipo a bordo del tren medicalizado de MSF en Ucrania estabilizando a un paciente severamente herido de guerra. Desde el 31 de marzo, hemos trasladado a al menos 600 pacientes. © Andrii Ovod

 

Esperanza desde “una ambulancia en las vías” 

En ocasiones cuando no estaban las personas que normalmente nos ayudaban con las traducciones o personal médico que pudiera apoyarnos con la traducción, nos acercábamos a las personas, aunque no entendiéramos el lenguaje. Pero, a veces, por el simple hecho de estar ahí, tomar la mano y tratar de decir algo que no siempre entendían los pacientes, ya se generaba un vínculo. Mucho de nuestro lenguaje era corporal y fue por medio de esto que nos lográbamos comunicar.  

También llegó a ocurrir que fuera con adultos mayores y con ellos no tenía que platicar. Estando ahí, todo era cuestión de sonrisas, a veces de llanto, a veces de apapacho, ya hasta que llegaba alguien que me podía traducir, y nos quedábamos más tiempo para ver cuál era el tema de la plática.  

Me conmovió la resiliencia en todos los pacientes: personas mayores, niñas y niños ahora huérfanos, mujeres y hombres sin su pareja de hace años; y que, al embarcar con nosotros, tenían una mirada de alivio o gratitud. 

En una ocasión, platicando con algún paciente, me dijeron: “bueno ya me moví del lugar donde es peligroso y aunque no sé bien cómo es que voy a llegar al oeste del país, me siento a salvo y feliz, porque ustedes llegaron por mí”, y eso no es cuestión nada más de una persona o dos, sino que creo que todas las personas que trasladábamos transmitían eso. Insisto con el lenguaje corporal; aunque en otras ocasiones con el traductor nos decían que, a pesar de tener miedo de movilizarse al Oeste del país, estaban tranquilos y querían ver la posibilidad de continuar con su vida, aunque hubieran perdido todas sus posesiones.  

 

Vivir y trabajar desde el tren medicalizado  

Trabajar en este tipo de contextos, no obstante, tiene riesgos importantes. En varias ocasiones, por ejemplo, el jefe de proyecto nos alertó que debíamos apresurar el embarque de pacientes porque había riesgos de bombardeos cercanos a la estación donde estábamos. De hecho, durante mi último viaje, tuvimos que resguardarnos en el sótano de la estación por alerta de un probable bombardeo,  

Ocurrió más o menos así: llegamos a la estación donde normalmente esperaban las ambulancias de traslado. Al menos las que conocemos, llegan a la plataforma, y de ahí embarcamos a las y los pacientes. En esa ocasión la alarma sonó antes de que llegaran nuestros pacientes y, probablemente, sonó porque ellos no se podían mover. Entonces, tuvimos que resguardarnos para protegernos, debajo del sótano. Una vez que pasó el riesgo, después de veinte o treinta minutos, llegaron las ambulancias y pudimos embarcar, pero embarcamos un poco más rápido de lo habitual a fin de disminuir ese riesgo de estar expuestos en la plataforma. 

Además de esto, es difícil acostumbrarse a estar en el tren. En primer lugar, por el movimiento que hace toda la máquina; todos tenemos moretones en el cuerpo porque el tren se va moviendo demasiado… Cuando caminas de un vagón a otro, pues obviamente tienes que abrir y cerrar puertas, y en alguna vuelta o en algún movimiento muy rápido del tren, te llegabas a pegar con las estructuras.  

Otra cosa difícil fue dormir en los asientos del tren, no es nada cómodo, porque ya son viejos y no están acolchonados. Después de un tiempo, ya pude agarrar unas mañas para descansar mejor, como tomar doble almohada y cobija para que fuera un poco más suave. Lo que sí, en el tren medicalizado, el descanso es muy importante, porque podrías estar despierta desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche atendiendo pacientes.  

A pesar de los problemas y las diferentes cosas que nos tuvimos que enfrentar, realmente creo que me llevo de Ucrania una sensación increíble de apoyo de mis compañeras y compañeros. El equipo era como una pequeña familia, aproximadamente era la mitad enfermería y la otra mitad equipo médico.  

La realidad es que nosotras como personal internacional vamos cambiando cada cierto tiempo, pero inmediatamente te sientes bien recibida a la familia. También gran parte del personal, tanto médico como de enfermería, eran muy jóvenes y eso ayudó bastante a que tuviéramos una mejor cohesión y mantenernos animados. Es cierto que muchos ya llevaban desde febrero haciendo traslados y el cansancio se hace evidente, pero en el momento que recibimos pacientes todo se borraba y todos querían recibirles o hasta tener más; cuidarlos, estar con ellos, asegurarse que su traslado y arribo a donde tuvieran que llegar fuera el más cómodo, adecuado y feliz. Por otro lado, también fue muy impactante ver cómo mis compañeros médicos y enfermeros de Ucrania tienen un amor tan grande por su país y su gente, que ellos se sienten complacidos y halagados de poder ayudar a otros ciudadanos de su país.  

El equipo de MSF en el tren medicalizado en Ucrania
Guadalupe y el equipo del tren medicalizado de MSF se preparan para la incorporación de pacientes en el este de Ucrania. Los pacientes suelen sufrir heridas de guerra y son transportados a hospitales en el oeste de Ucrania donde pueden recibir la atención especializada que necesitan. ©Andrii Ovod

 

Un último apunte 

Todo lo que hacemos es gracias a los donantes: como tú, como yo, como la abuelita, como cualquier persona que hace que ese dinero o donación, llegue a las personas que más lo necesitan en los lugares donde más se requiere.    

Yo creo que si ellos pueden poner de su parte y nosotros podemos ayudar con ir y hacer lo que nosotros sabemos hacer, eso es lo que nos da el ánimo, el coraje y la fuerza para ayudar a todos quienes lo necesitan. Creo que todos ayudamos como podemos y con esas aportaciones, nosotros ayudamos a más personas, por eso creo que las donaciones son la piedra angular para poder hacer lo que hacemos, ayudar a la gente.  

 

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